Aunque en apariencia parezcan iguales, a efectos prácticos y de consumo de energía, una placa de inducción y una vitrocerámica no son lo mismo.
Una vitrocerámica es una placa de cerámica vitrificada que se calienta por electricidad. Es decir, la resistencia calienta el cristal, el cual traspasa el calor a cualquier recipiente que coloquemos encima. Su principal problema es que, en este proceso, se pierde mucha energía, por lo que el calentamiento es más lento y el consumo energético más elevado.
Las placas de inducción, por su parte, funcionan con un potente imán que se estimula eléctricamente, creando un campo magnético que genera el calor directamente sobre la olla, cazo o sartén metálico que coloquemos encima (es decir, un imán interno calienta directamente la cacerola). Es por ello que es mucho más eficiente, pues el calor se transmite de forma inmediata y el gasto de electricidad es mucho menor.
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¿Qué es mejor placa de inducción o vitrocerámica?
Una vez que conocemos la diferencia entre ambas, podemos apreciar de forma sencilla como la mejor opción para equipar nuestras cocinas son las placas de inducción, sobre todo después de la gran subida en el precio de la luz que se ha producido recientemente en España.
Así pues, si disponemos de una cocina de inducción, consumiremos un 20% menos de electricidad que con una vitrocerámica. Gracias a su calentamiento por imanes, no se produce ninguna pérdida de calor y las fuentes utilizadas para cocinar se calientan de forma inmediata.
Pero por si eso fuera poco, te diré también que son una opción mucho más segura si tenemos niños en casa, pues el cristal no se calienta directamente. Sí que es cierto que el vidrio acaba cogiendo temperatura debido al contacto directo con la olla caliente, pero una vez retirada se enfría muy rápido al no existir una resistencia caliente debajo como en el caso de la vitrocerámica.
Este tipo de cocinas son muy fáciles de utilizar, pues suelen incluir unos comandos táctiles muy intuitivos, que nos permiten escoger los fogones que queremos usar y la temperatura de los mismos.
Además, las placas de inducción son muy fáciles de limpiar, pues con un paño húmedo y una gota de lavavajillas la suciedad sale sin tener que frotar. Una vez más, la facilidad de limpieza se debe a que la placa no se calienta, por lo que las gotas y restos de comida que puedan caer encima no se van a quemar y a pegar sobre el cristal como pasa en las vitrocerámicas. En una cocina de inducción nunca se deben usar productos abrasivos, ya que tampoco son necesarios.
Lo que sí debemos tener en cuenta a la hora de comprar una placa de inducción es que su precio suele ser más elevado que las vitrocerámicas o fogones de gas, no obstante, el ahorro energético compensan esa diferencia en un breve periodo de tiempo.
Por otro lado, las cocinas de inducción requieren baterías de cocina específicas, pues no cualquier olla o sartén nos servirá. Como hemos mencionado al principio del post, las placas de inducción calientan mediante un mecanismo magnético, por lo que la bateria de cocina que usemos deberá ser de metal y con una base lisa.
En un principio este punto no debería preocuparnos, pues la mayoría de los utensilios de cocina que se fabrican actualmente son aptos para inducción. Una forma muy sencilla para comprobar si tu batería de cocina te servirá para tu nueva placa de inducción, es colocar un imán (de los de la nevera, por ejemplo) en la base de la cacerola: si se queda pegado, te va a servir para inducción.
Desde luego que si te animas a poner una cocina de inducción en casa estarás encantado/a con el cambio, pues no solo conseguirás un gran ahorro energético si no que, gracias a la transmisión directa de calor, la comida se cocinará mucho más rápido, suponiendo también un ahorro de tiempo. ¿Te animas a tener una cocina más sostenible?